De todo lo que nos pasa se puede aprender algo, a veces cosas y experiencias pequeñas nos traen una gran lección. Yo no era consciente que una experiencia, que tuve hace tiempo, a nivel personal me sirviera tanto para hacer terapia y en la vida en general.
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En el despacho tenemos por costumbre tener un cuenco con caramelos.
Una mujer después de una sesión de terapia me pregunta si podía coger un caramelo de los que teníamos en la mesa. A lo que, sonriendo, le contesté con otra pregunta; –“¿Sabes para qué son esos caramelos?”
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Una pareja me explicaba que el otro día estuvieron discutiendo. Y se dejaron de hablar durante un rato, y lo paradójico es que esto sucedió durante una relación sexual (que no acabó en tal)
Cuando les pregunté por los detalles, cada uno culpaba al otro que no estaba haciendo nada para mejorar la relación, que el otro /a de forma consciente le hizo daño, en rasgos generales me explicaron que el “otro/a fue un desconsiderado/a, un/a egoísta, se burló de él. Siempre va a su ritmo…” Había enfado y resentimiento en el ambiente.
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